Mucho calor en verano y un frío que te congelas durante el invierno. Por ese motivo, el curso pasado tuvimos que darle algunas vueltas a nuestro huerto, pues corríamos el riesgo de perder la cosecha en alguna helada. El objetivo era resguardar nuestras plantitas del frío y la nieve, y a falta de dinero para instalar un invernadero se nos ocurrió que tal vez podríamos cubrirlas durante los meses más duros con garrafas de agua. El resultado no pudo ser mejor: una cosecha increíble de guisantes, espinacas, lechugas o rabanitos.

Este año, desgraciadamente, el frío no esta siendo un problema. Lleva más de dos meses sin caer una gota, y las temperaturas en nuestro huerto son más propias de marzo o abril que de finales de diciembre. Sin embargo, hemos comprobado que las garrafas están cumpliendo una función que el año pasado pasamos por alto: protegen a las plantitas de los gorriones y otras aves que, literalmente, se vuelven locas por las hojas tiernas de lechuga o espinaca.

Os dejamos a continuación algunas fotografías del aspecto actual de nuestro huerto. Como decimos, puede que tanta garrafa no lo haga especialmente atractivo a la vista, pero basta con echar una mirada al interior de estas para comprobar que las plantas agradecen ese microclima que el plástico crea a su alrededor, y que se traduce en un aprovechamiento máximo de la humedad de la tierra y un aumento de ocho o diez grados de temperatura con respecto al exterior. Además, y por si fuera poco, estamos reutilizando y dando una segunda vida a esas garrafas.